Cuando era niña se bebía Coca-Cola solo en ciertas ocasiones, cumpleaños y demás fiestas, y era todo un placer. Hoy, empero, los refrescos o las bebidas gaseosas están en los hogares todos los días y ocupan un lugar importante en la dieta de todo el mundo. Estos refrescos o bebidas carbonatadas, efervescentes y sin alcohol se consumen bien frías para evitar la pérdida del dióxido de carbono y las famosas burbujas pero en general tienen una cantidad de azúcar que espantan.
Todas las bebidas tienen ciertos ingredientes clásicos que se repiten independientemente de su sabor: agua carbonada, edulcorantes para que sean dulces (sacarosa o azúcar de mesa o fructuuosa), sintéticos (ciclamato, acesulfamo o aspartamo), y los edulcorantes naturales que no aportan glucosa pero son la mar de dulces. En cuanto a ingredientes, están los colorantes, aromatizantes, conservantes, antioxidantes, espesantes, un estabilizador de acidez y el acidulante.
Principalmente los edulcorantes han generado una gran controversia debido a su relación con el cáncer y la diabetes, por ejemplo, así que en ocasiones han sido eliminados o suplantados de la receta. Pero a pesar de que son deliciosos y de que a estas alturas ninguno puede vivir sin ellos los refrescos atentan contra una alimentación sana: desgastan el esmalte dental porque tienen azúcar y ácidos, este azúcar no tiene nutrientes ni fibras sino puras calorías, ralentizan la digestión, producen acidez estomacal y finalmente muchos de sus ingredientes (colorantes, saborizantes) irritan la mucosa del estómago.
Es decir, una alimentación sana y equilibrada debería eliminar los refrescos pero como eso en el mundo de hoy es imposible, podemos volver a la infancia y beberlos solo en ciertas ocasiones u optar por las versiones light, nunca iguales pero un poco más sanas.
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